11 diciembre 2015

La educación en la Sevilla almorávide del siglo XII

Con la batalla de Sagrajas, en 1086, el reino bereber de los almorávides derrotaba a Alfonso VI y expandía su territorio por Al Ándalus, absorbiendo las taifas que les habían llamado para que les ayudaran en su lucha con el reino de Castilla. Su dominio duraría casi un siglo, hasta la llegada de un nuevo pueblo norteafricano, los almohades. Ambos pueblos se caracterizaron por el rigorismo religioso, manifestado en la ortodoxia dogmática y la implantación de la sharía o ley musulmana.
Durante el periodo almorávide vivió en Sevilla un erudito llamado Muhammad ibn Ahmad ibn Abdún al-Tuchibi, autor de un breve pero intenso tratado sobre la vida ciudadana en ese periodo. En él se analiza el trabajo de diversos gremios e incluso de algunas instituciones urbanas de Sevilla. Dice el autor que conoció los últimos años de Al Mutamid, pero en su obra hay referencias continuas a los gobernantes almorávides, lo que permite fechar la redacción del tratado entre 1091 y 1147, es decir, en la primera mitad del siglo XII.
Como he dicho, en la obra se tratan diversos aspectos de la vida ciudadana y se describen diversos oficios. De todos ellos, voy a fijarme en lo que dice sobre la enseñanza en esta época. De ella se ocupa al hablar de las mezquitas de barrio, las cuales dice que no deben "servir como escuelas para niños, ya que éstos no tienen cuidado en no ensuciarse los pies o los vestidos. Si no hubiese otro remedio, que la enseñanza se dé en las galerías". Es decir, que aunque era preferible buscar otros locales donde los críos pudieran recibir sus enseñanzas entre juegos y alborotos, si no se encontraba ese otro lugar, la mezquita podría valer para la educación.
En tal caso, "no deberá castigarse a un niño con más de cinco azotes, si es mayor, y de tres si es pequeño, dados con un rigor proporcionado a su fuerza física". La disciplina, pues, era importante y se restablecía con castigos corporales, aunque ajustados a la edad y fuerza de los alumnos. Siglo XII...
A continuación desarrolla una descripción y consejos sobre cómo debía desarrollarse la enseñanza: "Hay que prohibir a los maestros de escuela que asistan a festines de ceremonia, entierros y declaraciones en el juzgado, salvo en día de vacación, puesto que son asalariados y hacen perder su dinero a las gentes ignorantes y sin juicio que los pagan (para educar a sus hijos)". Como veremos, a lo largo de los párrafos hay una preocupación por controlar y limitar la vida social de los maestros. Debían gozar de cierto prestigio, que alguno utilizaría para cometer abusos con las familias humildes faltando a su puesto con cualquier escusa.
"Los maestros no deben tener demasiados niños. Se les prohibirá que los tengan; pero yo digo que no harán caso, porque nunca se pone uno al servicio del común, sobre todo para la enseñanza, ni enseña nada como hace falta". La propuesta, por tanto, es limitar la ratio para mejorar la calidad de la enseñanza, aunque sigue un claro rasgo de desconfianza hacia los maestros. 
Porque "la enseñanza, en efecto, es un arte que requiere saber las cosas y tener práctica y paciencia de inculcarlas. Es como la doma de un potro reacio, al que hay que tratar con habilidad, gracia y cariño, hasta que se domestica y acepta ser dirigido". Este inciso es especialmente interesante. Hace referencia a los principales estándares de desempeño docente imperantes en la época: conocer la materia a impartir y contar con los recursos docentes necesarios (práctica y paciencia). Y a continuación establece la finalidad de la enseñanza en aquel momento: no se trata de desarrollar las capacidades del alumno y hacerlo crítico y libre, sino más bien lo contrario: domesticarlo y lograr que acepte ser dirigido. ¿Sigue siendo esa la finalidad de la educación o aspiramos a algo diferente? A veces da la sensación de que no se ha avanzado mucho.
Y vuelta a la carga: "la mayoría de los maestros son unos ignorantes en el arte de enseñar, porque saberse de memoria el Corán es una cosa, y el enseñar es otra cosa muy distinta, que sólo domina a la perfección el que de veras la sabe. Enseñar debe consistir en hacer que el alumno aprenda a recitar el Corán con una dicción armoniosa, a tener una bella escritura y a descomponer una palabra en sílabas, y si el alumno es ya mayor, a hacer que rece como es debido, escribiéndoles la profesión de fe y lo que ha de decirse en la oración. A los maestros de escuela incumbe proporcionar a los alumnos una bella letra, una buena dicción, una hermosa recitación del texto coránico y el conocimiento de las pausas y acentos al recitar. Nada hay en el mundo más útil que este último comocimiento para el que escribe y lee, y que el del cálculo para el que compra y vende". Este párrafo también está lleno de referencias interesantes. Queda claro que el currículum escolar quedaba reducido al aprendizaje del Corán. Pero un aprendizaje no sólo memorístico, sino competencial, del que la dicción y caligrafía serían las evidencias del aprendizaje. Enseñar a mermorizar el Corán puede hacerlo cualquiera, pero lograr interiorizarlo y llevarlo a la propia vida requiere de un verdadero maestro, que conozca a los niños y respete sus ritmos, que tenga conocimientos, experiencia y sensibilidad, y logre que sus alumnos amen lo que aprenden. Aunque en ocasiones tenga que darles cinco azotes... Pero cuando los alumnos fueran mayores, además, lo aprendido habrían de aplicarlo a la vida, en la oración intensa gracias a la interiorización del texto sagrado. La última frase tiene una referencia curiosa: la recitación ha de ser el logro para el que escribe y lee, que es de lo que se ocupa la escuela. A continuación dice que el cálculo es el aprendizaje más útil para el que compra y vende, pero eso no se enseña en la escuela de las mezquitas. Entonces, ¿dónde se aprende? En el resto de pasajes de la obra se hace referencia a los gremios y se pueden rastrear algunos datos que nos indican con claridad que en ellos ingresaban los aprendices a corta edad, para aprender el oficio. Luego el currículum escolar, como se ha visto, es el Corán y la doctrina religiosa y otros aprendizajes tenían lugar en otros espacios y tiempos, lo que pone de manifiesto el caracter radical de este pueblo en el aspecto religioso. También en el siglo XII tenían claro que la educación es un poderoso instrumento al servicio de las finalidades que se quieran alcanzar como sociedad.
El último apartado vuelve a estar dedicado a los maestros, indicando cómo no deben ser y lo que no deben hacer. Tanta insistencia en la descripción negativa de la profesión seguramente quiere decir que lo corriente sería que sí se hiciera lo que aquí se critica. Si leemos las siguientes frases en el sentido contrario en que están escritas, seguramente tendremos un retrato del maestro andalusí del siglo XII. Según Ibn Abdún "el maestro de escuela no ha de ser ni soltero ni mozo, sino hombre de edad, honrado, religioso, de buenas costumbres, piadoso, de pocas palabras y nada amigo de escuchar lo que no le concierne. No ha de asistir a entierros lejanos, ni tomarse muchas vacaciones, ni abandonar a los niños, ni dejarlos solos más que para ir a comer o a hacer sus abluciones. Debe estar fijo en su puesto y tener ciudado de las cosas de sus alumnos. Si el juez secundario y el cadí advierten que un maestro de escuela va con frecuencia a sus curias para prestar testimonio, deben interrogarle sobre cómo ejerce la enseñanza, y, si tiene una escuela coránica, no aceptarán su testimonio, porque lo único que quiere es figurar y adornarse con el título de testigo notario, para recibir regalos y que se le confíen depósitos, y para hacerse pasar por persona conocida y adquirir reputación de hombre de bien, cuando está muy lejos de ambas cosas; si, por el contrario, no tiene escuela, es de honradez conocida y el cadí ha oído hablar bien de él, que lo acepte. Yo he conocido a un buen número del tipo que he descrito, ¡pobres desgraciados!".
En efecto, algunas cosas no han cambiado en tantos siglos: el maestro piadoso, de buenas costumbres y callado, que no se entromete en donde no le llaman y no presta oídos a chismes y cotilleos de pasillo, trabajador y preocupado por los alumnos, poco engreído, que no tiene escuela propia y de honradez conocida, ese es un buen maestro... ¡pobre desgraciado!

30 noviembre 2015

Los Trece Puntos de Negrín.

En su obra "Guerra y vicisitudes de los españoles", analizada en otra entrada, Julián Zugazagoitia cuenta el proceso de elaboración y publicación del documento de este título, en la que él mismo participó como Secretario General del Ministerio de Defensa y en su condición de periodista y escritor. Se trataba de un intento del Presidente del Gobierno de negociar con Franco un final para la guerra, que el general ignoró, puesto que estaba convencido de la victoria militar y no deseaba encontrarse con ninguna condición que hipotecase su futuro gobierno. 
Fueron publicados el 30 de abril de 1938 y su texto íntegro, recogido en la obra de Zugazagoitia, es el siguiente:

"El Gobierno de Unión Nacional, que cuenta con la confianza de todos los partidos y organizaciones sindicales de la España leal y ostenta la representación de cuantos ciudadanos españoles están sometidos a la legalidad constitucional, declara solemnemente, para conocimiento de sus compatriotas y noticia del mundo, que sus fines de guerra son:

1º.- Asegurar la independencia absoluta y la integridad total de España. Una España totalmente libre de toda ingerencia extranjera, sea cual sea su carácter y origen, con su territorio peninsular e insular y sus posesiones intectas, y a salvo de cualquier tentativa de desmembramiento, enajenación o hipoteca, conservando las zonas de protectorado asignadas a España por los convenios internacionales, mientras estos convenios no sean modificados con su intervención y asentimiento.
Conscientes de los deberes anejos a su tradición y a su historia, España estrechará con los demás países de sus hablas los vínculos que imponen una común raíz y el sentido de universalidad que siempre ha caracterizado a nuestro pueblo.

2º.- Liberación de nuestro territorio de las fuerzas militares extranjeras que lo han invadido, así como de aquellos elementos que han acudido a España, después de julio de 1936, y con el pretexto de una colaboración técnica intervienen o intentan dominar en provecho propio la vida jurídica y económica española.

3º.- República popular representada por un Estado vigoroso que se asiente sobre principios de pura democracia y ejerza su acción a través de un Gobierno dotado de la plena autoridad que confiere el voto ciudadano emitido por sufragio universal y que sea el símbolo de un poder Ejecutivo firme, dependiendo en todo tiempo de las directrices y designios que marque el pueblo español.

4º.- La estructuración jurídica y social de la República seá obra de la voluntad nacional libremente expresada, mediante un plebiscito que tendrá efecto tan pronto termine la lucha, realizado con pletitud de garantías, sin restricciones ni limitaciones y asegurando a cuantos en él tomen parte, contra toda posible represalia.

5º.- Respeto a las libertades regionales sin menoscabo de la unidad española. Protección y fomento al desarrollo de la personalidad y particularidades de los distintos pueblos que integran España, como lo imponen un derecho y un hecho histórico, lo que, lejos de significar una disgregación de la Nación, constituye la mejor soldadura entre los elementos que la integran.

6º.- El Estado español garantizará la plenitud de los derechos al ciudadano en la vida civil y social, la libertad de conciencia, y asegurará el libre ejercicio de las creencias y prácticas religiosas.

7º.- El Estado garantizará la propiedad, legal y legítimamente adquirida, dentro de los límites que impongan el supremo interés nacional y la protección a los elementos productores. Sin merma de la iniciativa individual, impedirá que la acumulación de riqueza pueda conducir a la explotación del ciudadano y sojuzgue a la colectividad, desvirtuando la acción controladora del Estado en la vida económica y social. A este fin se impulsará el desarrollo de la pequeña propiedad, se garantizará el patrimonio familiar y se estimularán todas las medidas que lleven a un mejoramiento económico, moral y racial de las clases productoras.
La propiedad y los intereses legítimos de los extranjeros, que no hayan ayudado a la rebelión, serán respetados y se examinarán con miras a las indemnizaciones que correspondan los perjuicios involuntariamente causados en el curso de la guerra. Para el estudio de estos daños el Gobierno de la República creó ya la Comisión de Reclamaciones Extranjeras.

8º.- Profunda reforma agraria que liquide la vieja aristocrática propiedad semifeudal que, carente de sentido humano, nacional y patriótico, ha sido siempre el mayor obstáculo para el desarrollo  de las grandes posibilidades del país. Asentamiento de la nueva España sobre una amplia y sólida democracia campesina dueña de la tierra que trabaja.

9º.- El Estado garantizará los derechos del trabajador a través de una legislación social avanzada, de acuerdo con las necesidades específicas de la vida y de la economía españolas.

10º.- Será preocupación primordial y básica del Estado el mejoramiento cultural, físico y moral de la raza.

11º.- El Ejército español, al servicio de la Nación misma, estará libre de toda hegemonía de tendencia o partido, y el pueblo ha de ver en él el instrumento seguro para la defensa de sus libertades y de su independencia.

12º.- El Estado español se reafirma en la doctrina constitucional de renuncia a la guerra como instrumento de política nacional. España, fiel a los pactos y tratados, apoyará la política simbolizada en la Sociedad de Naciones, que ha de seguir siendo su norma; reivindica y mantiene los derechos propios del Estado español y reclama, como potencia mediterránea, un puesto en el concierto de las naciones, dispuesta siempre a colaborar en el afianzamiento de la seguridad colectiva y en la defensa general de la paz.
Para contribuir de una manera eficaz a esta política, España desarrollará e intensificará todas sus posibilidades de defensa.

13º.- Amplia amnistía para todos los españoles que quieran cooperar a la inmensa labor de reconstrucción y engrandecimiento de España. Después de una lucha cruenta como la que ensangrienta nuestra tierra, en la que han surgido las viejas virtudes de heroísmo e idealidad de la raza, cometerá un delito de traición a los destinos de nuestra patria aquel que no reprima y ahogue toda idea de venganza y represalia, en aras de una acción común de sacrificios y trabajos que por el porvenir de España estamos obligados a realizar todos sus hijos".

Según el propio Zugazagoitia, "la cosecha de siembra tan copiosa fue muy parva". El problema era que todos estos puntos carecían de la condición imprescindible en aquellas circunstancias para haber tenido alguna posibilidad: la fuerza militar. En efecto, el gobierno de la República iba de derrota en derrota. El verano siguiente haría un último e inútil esfuerzo, lanzando la ofensiva del Ebro, que se saldó con una nueva derrota, definitiva esta vez, y unos cuantos miles de cadáveres más.

16 noviembre 2015

Sobre los refugiados españoles en 1939.

Casi al final de su libro, Julián Zugazagoitia relata las vicisitudes de los españoles que marcharon al exilio y fueron a refugiarse a Francia. En estos tiempos inciertos e insolidarios, de escandalosos repartos de personas, conviene recordar un pasado no tan lejano en el que les tocó a nuestros abuelos estar al otro lado.
Así lo cuenta Zugazagoitia:

"La frontera separaba algo más fundamental que un país de otro, separaba la vida de la muerte. Francia no podía negarse a conceder el derecho de asilo a quienes se lo demandaban con razón de tanto precio. Fue abriendo su carretera a los niños y a las mujeres, primero, a los ancianos, después, y, finalmente, a los soldados que se replegaban... Francia no negó lo que no podía negar, en efecto; pero, ¿qué otro hubiese accedido a ser consecuente con su significación moral en condiciones parecidas? Respondo: ninguno. Francia ofreció asilo a cuarenta mil refugiados y recibió, sin impedirles la entrada, de doscientos a trescientos mil. ¿Quién puede exigirle más? Recuerdo bien cómo se nos esponjó el corazón al saber que la frontera había sido abierta y que la masa de infortunados compatriotas que golpeaba sobre ella con su instinto estaba en seguridad. Las historias posteriores -anécdotas de campos de concentración y de comisarías policíacas- cualquiera que sea su acrimonia y su crueldad, no destruyen el mérito de la conducta generosa de Francia, única nación en que se dan cita las emigraciones de toda Europa. La nuestra -denostada por tanta atribución falsa, desfigurada por las acusaciones más terribles- llegaba después de la rusa, de la italiana, de la alemana, de la austriaca, de la checa... ¿Pensó alguien que podíamos ser albergados en los castillos del Loira? ¿Dudó nadie que nuestro destino fuese el de los sospechosos, obligados a continuas comparecencias ante la policía? Centenares de peripecias de campos de concentración han lastimado muchas emociones de españoles que consideraban a Francia como su segunda patria. Pero de la misma manera es obligado decir que centenares de episodios generosos han metido dentro de la sensibilidad de otros refugiados la convicción profunda de que si en algún pueblo de Europa actúan todavía los fermentos de la solidaridad humana, ese pueblo es el pueblo francés".

02 noviembre 2015

Guerra y vicisitudes de los españoles, de Julián Zugazagoitia.

 
Imagen tomada de la web biografíayvidas.com

Julián Zugazagoitia (Bilbao, 1899-Madrid, 1940) fue un periodista, escritor y político, conocido también como Zuga o por su periodístico pseudónimo de Fermín Mendieta. Trabajó en diversos periódicos hasta llegar a dirigir el madrileño El Socialista.  Fue diputado por el Partido Socialista Obrero Español en las cortes constituyentes de la II República y volvió a resultar elegido diputado en las elecciones de 1936. 
Dentro del Partido, se adscribió a la corriente moderada de Indalecio Prieto aunque ya durante la guerra se acercó a las tesis de Juan Negrín, quien lo nombró Ministro de Gobernación y posteriormente Secretario General del Ministerio de Defensa. En estas funciones gubernamentales compartió las tesis de Negrín para resistir militarmente, en espera del estallido de la guerra europea. Siempre se mantuvo alejado de la influencia comunista en este gobierno. 
Al terminar la guerra marchó al exilio, como tantos otros dirigentes republicanos, pero en 1940 fue detenido por la Gestapo, tras la invasión alemana de Francia. Enviado a España, fue juzgado en un consejo de guerra sumarísimo, condenado a muerte y ejecutado a los pocos días, concretamente el 9 de noviembre, cuando fue fusilado en las tapias del cementerio de la Almudena, entonces cementerio del Este.
Durante los meses que vivió en Francia, entre otras ocupaciones, redactó sus memorias de guerra, a instancias de sus compañeros de La Vanguardia, periódico de Buenos Aires en el que se fueron publicando por capítulos. En el prólogo de la obra advertía que debían tomarse "estas páginas, no como una Historia de la guerra, sino como una contribuión desinteresada para quienes, con el debido rigor, se propongan escribirla imparcialmente. (...) Descuento que nadie agradecerá la ausencia de recodos polémicos con que este libro ha sido escrito. Ése que me parece su mérito, será su desracia. No gustará a nadie". En efecto, sorprende la objetividad periodística con la que están escritas estas páginas, cuyo autor había sido protagonista principal, miembro del gobierno, que se había enfrentado al alzamiento militar de 1936. A continuación a firmaba que "es todavía temprano para permitirse el lujo de la imparcialidad". ¿Lo será aún, casi 80 años después? Algunos parecen empeñarse en negarnos ese lujo.
En efecto, leyendo el primer párrafo del prólogo, parece que se dirigiera a nosotros, desde la distancia de los tiempos, al afirmar que "la guerra de España no ha terminado. Conocemos el fin de las operaciones militares, pero el conflicto continúa. Guerra es también, según la Academia Española, toda especie de lucha y combate, aunque sea en sentido moral. A esas luchas y combates me refiero al afirmar que no ha terminado la querella de los españoles. Lo que ha perdido en crueldad militar, lo ha ganado en virulencia política. Victoriosos y derrotados continuamos odiándonos con la misma fuerza, pero rezumándonos la pasión y no queriendo dejar sin empleo el sobrante, unos y otros, respondiendo a la misma naturaleza, nos hemos dividido y subdividido enconadamente. Las banderas españolas son, por esa causa, múltiples. Enumerarlas, indicando el nombre de cada abanderado, sería abusar de la paciencia del lector y, por lo que a mí hace, renovar un sentimiento que participa, a partes iguales, de la tristeza y de la indignación. Tristeza por nuestra radical insolidaridad, indignación por la constancia con que la fomentamos. Todo hace presumir que ni los triunfadores fecundarán la victoria, ni los derrotados escarmentaremos en el descalabro. No hay peor enemigo del español -y de lo español- que el español mismo".

Emocionan las palabras que pone en boca del Presidente del Gobierno, Negrín, supuestamente al volver del frente, donde había visto el pueblo de Granollers bombardeado, repleto de víctimas civiles, mujeres y niños. Posiblemente estas palabras fueran los propios pensamientos de Zugazagoitia, y de tantos españoles de ambos bandos: "¡Qué terrible es todo esto! Mucho más cuando se ha llegado a la convicción de que todos, absolutamente todos, socialistas, comunistas, republicantos, falangistas, franquistas, ¡todos!, son igualmente despreciables. Si se tratase de una lucha entre ellos, me haría voluntariamente a un lado, porque ninguna de sus querellas tiene importancia ni vale el sacrificio de una sola vida. Pero se trata de España, ¡de España!, que temo mucho no acabe siendo desmembrada, a favor de nuestra propia estupidez, que nos lleva a considerarnos vascos, catalanes, gallegos, valencianos, por las potencias europeas, en un último cambalache diplomático-mercantil. Este temor es el que me da fortaleza. Si no creyera que tengo que oponerme a que España desaparezca, hace tiempo que hubiera renunciado a pedir sacrificios y me hubiera quitado, ¡con mucho gusto! de en medio". 
Más adelante, tratando de ciertas reacciones en el bando republicano de políticos y combatientes nacionalistas, cuenta cómo este asunto, tan candente en nuestro tiempo, 80 años después, indignaba a Negrín, en cuya boca pone las siguientes enérgicas palabras: "Ésa puede ser (el recrudecimiento nacionalista de la Generalidad de Cataluña), muy concreta, una razón por la que yo me marche del Gobierno. No estoy haciendo la guerra contra Franco para que nos retoñe en Barcelona un separatismo estúpido y pueblerino. De ninguna manera. Estoy haciendo la guerra por España y para España. Por su grandeza y para su grandeza. Se equivocan los que otra cosa supongan. No hay más que una nación: ¡España! No se puede consentir esta sorda y persistente campaña separatista, y tiene que ser cortada de raíz si se quiere que yo continúe siendo ministro de Defensa y dirigiendo la política del Gobierno, que es una politica nacional. Nadie se interesa tanto como yo por las peculiaridades de su tierra nativa; amo entrañablemente todas las que se refieren a Canarias y no desprecio, sino que exalto, las que poseen otras regiones, pero por encima de todas esas peculiaridades, España. (...) El que estorbe esa política nacional debe ser desplazado de su puesto. De otro modo, dejo el mío. Antes de consentir campañas nacionalistas que nos lleven a desmembraciones, que de ningún modo admito, cedería el paso a Franco sin otra condición que la de que se desprendiese de alemanes e italianos. En punto a la integridad de España soy irreductible y la defenderé de los de afuera y de los de adentro. Mi posición es absoluta y no consiente disminución". 
En toda la obra se nos dibuja a Negrín como un apasionado patriota, de quien nos cuenta que una noche de bombardeos y melancolía en el castillo de Figueras, a punto de partir ya para el exilio, repetía las sílabas de España, reflexionando sobre su sonido, un sonido "a rumor de mieses en Castilla, a soleá de torero, a jarcias zurradas por las rachas del Cantábrico, a jota de segador, a andadura de merinos por Extremadura, a zorcico de piloto, a estremecimiento de chopos a orillas del Dureo, a sardana de payés, a frotamiento de cepas riojanas, a folía de tabaquero...¿A qué suenas tú, España, cuando no suenas a muerte?
 
Unos meses antes, el 18 de julio de 1938, a los dos años del comienzo de la guerra, el Presidente de la República, Manuel Azaña, pronunció en el Ayuntamiento de Barcelona el discurso que ha pasado a la historia como "de las tres p": Paz, Piedad, Perdón. Zugazagoitia informa que ya entonces algunos comentaristas señalaron que se trataba de la oposición a "las tres r" que había enunciado Negrín: Resistir, Resistir, Resistir. Zugazagoitia desgrana el texto del discurso, del que alaba la calidad literaria, para demostrar que se trataba de un contraprograma a la política que estaba desarrollando el Presidente del Gobierno, con quien mantenía unas relaciones más bien tirantes. Y cita literalmente el final del discurso, ciertamente hermoso, en el que Azaña reivindicaba la lección "de esos muertos que han caído embravecidos en la batalla luchando magníficamente por un ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad, Perdon". Pero Zuga no se engañaba y sabía que muchos olvidarían estas palabras tan pronto como las escuchasen: "que nadie les hable prematuramente de paz y mucho menos intente disminuirles el caudal de odios. ¡Son sagrados!". 

En conclusión, Zugazagoitia parece compartir la opinión que cita de Besteiro, para el cual, "los españoles nos estamos asesinando de una manera estúpida, por unos motivos más estúpidos y criminales".

Sin duda, unas memorias de guerra muy recomendables por las reflexiones serenas de su autor que, a pesar de haber vivido aquellos acontecimientos tan intensamente, saber ver las tragedias y mezquindades que todos cometieron durante aquellos funestos años.

30 septiembre 2015

Reglas para ser un buen profesional (o para no ser malo)



Luis Lobera de Ávila fue médico del emperador Carlos V, en la primera mitad del siglo XVI. No se sabe cuándo y dónde nació y murió, pero sí que estudió medicina en Salamanca y París y tras varios años ejerciendo su profesión en Francia y en Castilla, se integró en la corte imperial y real, a partir de 1520, y siguió los pasos del viajero monarca. En su "Libro de pestilencia curativo y preservativo", publicado en Alcalá de Henares en 1542, retrata lo que para él es un buen médico. Eran tiempos convulsos y la corte de Carlos era un gran teatro lleno de inteligentes políticos, valerosos militares, científicos y artistas de primer nivel; pero también de toda clase de advenedizos y codiciosos cortesanos, maestros de nada y engreídos de su vacuidad.
A esos mediocres de aquel tiempo parece dirigido el texto. Y a los mediocres todos de todos los tiempos. Aún hablando desde hace casi 500 años y dirigiéndose a los médicos, leyendo el texto me han venido a la mente algunos rostros... En algunos pasajes he visto el mío propio reflejado, como si el texto fuera el azogue de un despiadado espejo. Hay algunas cursivas, que son mías:
"Para ser bueno el médico ha de ser reposado y letrado, con experiencia, y de buena estimativa; que lo que hablare lo entienda y sepa poner en obra, porque hay muchos habladores que tienen solamente letras garrulativas a la apariencia, y lo que hablan no lo entienden; ni saben apenas ordenar un cristal, y quieren usar cosas nuevas, y malas experiencias. Estos son físicos de apariencia, no de obra, que dan a entender al vulgo que saben algo sin saberlo, y no saben curar ni sanar una enfermedad. Y aún sanarían mejor los enfermos y más aína, si no fuesen curados por estos que tienen nombre de físicos, que su nombre es matasanos, salvo aquellos que de suyo se habían de sanar sin física, y aún a éstos les estorban que no sanen tan presto: que como han de ser ayudadores de natura son estorbadores y contra natura: no toman consejo de otros por presunción, y quieren antes que se muera el doliente, que no sepan su ignorancia. Huyen de llamar compañía; y cuando la llaman sonn muy porfiados en su opinión, aunque no sea buena, por mostrarse que saben algo y prometen mucha salud, y no dan ninguna. Esto viene de tener poca consciencia, y no ser buenos cristianos, y de falta de humildad. Otros hay enamoradiscos, que en cualquiera casa que van a curar se enamoran, teniendo deshonestos ponsamientos. Estos merecen por lo menos ser privados perpetuamente. El buen físico ha de ser viejo, experimentado, de buena estimativa, y de buen seso. Ha de haber curado por lo menos de quince a veinte años arriba y ha de haber visto práctica de hombres doctos, y conversado muchas veces con ellos. Por donde los que mucho tiempo practican en una aldea, o en partes donde no hay conferencia de doctos hombres, al cabo son físicos de aldea. El buen médico ha de ser docto en práctica y teórica, y reposado, y tan secreto como el confesor; bien fortunado, de buena presencia, y no de ruin gesto, humilde y alegre y gracioso de buena manera, no jugador, ni putañero, y no interesado, sino que su principal intento sea curar el doliente y no de sacarle los dineros, y el paciente haga después su virtud, conforme al trabajo y peligro de la enfermedad. Ha de andar siempre limpio y bien ataviado y aún oloroso, porque alegre al paciente."

24 septiembre 2015

Sueños a los 17. Segunda edición.

Por segundo año he pedido a mis alumnos de 2º de bachillerato que me cuenten cuáles son sus sueños. Este es el resultado. El primer puesto lo vuelve a ocupar la misma aspiración.



Tener una familia
46
Viajar por todo el mundo
39
Conseguir mis objetivos académicos
3
Ser feliz conmigo mismo y con mis seres queridos
18
Tener un trabajo estable
5  
No perder la ilusión por hacer las cosas
1
Trabajar en lo que me gusta
22
Tener un trabajo para ayudar a las personas
1
Trabajar en la radio
1
Trabajar en el mundo del golf
1
Vivir fuera de Sevilla o España
5
Ir al E3
1
Estar sano
3
Aportar, sumar y construir
1
Tener mis propios caballos
1
Ser ingeniero
6
Ser militar/policía
3
Ser profesor
1
Ser periodista
1
Ser actriz
1
Ser músico
2
Estudiar la carrera que me gusta
16                              
Estudiar en una universidad americana
1
Estar junto a los que me quieren, pase lo que pase
1
Llegar tan lejos como me proponga
1
Ir de safari a Sudáfrica
1
Tener mi propia empresa
5
Escribir la continuación de “El niño del pijama de rayas”
1
Disfrutar de los deportes que me gustan
2
No perder nunca la libertad en mi vida, en mis decisiones, etc
1
Ser abogada y periodista
1
Hacer las prácticas en el Banco Mundial
1
Poder independizarme
4
Hacer buceo
1
Superarme
1
Conseguir mis metas
6
Ser veterinaria
1
Ser profesora
1
Estudiar Psicología
1
Estudiar Farmacia o Bioquímica
2
Estudiar Medicina
2
Estudiar Biología
1
Estudiar Derecho
3
Trabajar en Sevilla
1
Escribir un libro
1
Formar parte de la selección española de Remo
2
Correr la “Run for your live” de California
1
Estar metido en el mundo del fútbol
2
Ser DJ
1
Comprar Apple
1
No defraudar a los amigos que quiero
1
Descubrir mi fe/no perder la fe
2
Seguir creciendo como persona
2
Conseguir titularme en la facultad que entre
5
Conseguir el C1 de inglés y el B2 de francés
1
Dedicarme a la investigación para poder ayudar a la gente
2
Descubrir la cura del Alzheimer
1
Ser multimillonario
2
Ir a la colonia que se hará en Marte
1
Jugar en la NBA
1
Encontrar el amor
1
Conseguir ser el mejor del mundo en algo
2
Aprobar las oposiciones para la escuela de oficiales del ejército
1
Terminar mi novela
2
Que me patrocinen en pádel
1
Ir a un castillo vestida de princesa medieval
1
Trabajar como voluntario
2
Aprender mucho
7
Ser partícipe en la Historia
1
Encontrar el sentido de mi vida
2
El Betis en Champion
1
Ir a Tomorrowland
1
Ir al parque temático de Harry Potter en Orlando
1
Cambiar al menos una vida
1
Tirarme en paracaídas/puenting
2
Creatividad en cada cosa que haga
1