29 enero 2014

La LOMCE vista desde abajo

Siempre me he considerado una persona perteneciente a la base del sistema educativo. Aunque en los últimos años me vengo ocupando de otras funciones en el Centro, donde realmente me reconozco profesionalmente es en el aula, con la tiza en la mano (bueno, vale, con el iPad y el proyector digital), rodeado de hormonas flotantes en el ambiente e intentando introducir alguna idea en la mente y algún proyecto en el alma de los muchachos y muchachas de los pupitres.
Pues bien, desde esta posición, privilegiada posición, uno observa con cierto estupor las idas y venidas de nuestros líderes políticos, las grandilocuentes manifestaciones, sus buenas y sus malas intenciones en el ámbito educativo. Y la sensación es de desesperanza, de resignación-indignación, de rabia. Con estas cosas no se juega. Porque no nos engañemos, cuando una maestra de infantil está enseñando a colorear está también sentando las bases de una persona; cuando el profe o la seño de Primaria está enseñando a leer y escribir, está dotando a una persona de las herramientas de su libertad y su crecimiento. Cuando un profesor de ESO o Bachillerato explica su materia, está regalando oportunidades de dignidad, solidaridad e integridad a los ciudadanos de este país. La educación lo es todo y desde luego, es la base de la sociedad. Con estas cosas no se juega.
Pero nuestros pequeños hombres de Estado, porque son pequeños, llevan años, décadas, jugando y dando tumbos con la educación en España. Y así nos va, ciertamente. Por no remontarnos mucho más atrás, recuerdo la exceptica ilusión con la que seguimos la propuesta del Ministro Gabilondo en la legislatura anterior para llegar a un Pacto de Estado por la Educación y las reacciones y posturas del entonces principal partido de la oposición, básicamente de desprecio y rechazo basado en la más visceral e irracional ideología, que hicieron naufragar el bienintencionado intento de Pacto. Visceralidad e irracionalidad que el entonces partido en el gobierno y hoy principal partido de la oposición ha recibido la propuesta de Ley que el actual gobierno, de la entonces oposición, ha presentado, tramitado, guisado y comido. Calificativos gratuitos a la entonces propuesta de Pacto y hoy Ley, sin la más mínima argumentación política y ni mucho menos, técnica. No, porque lo propone el partido contrario. Ni el más mínimo intento de dialogar, pactar y resolver pacífica y democráticamente el conflicto. Bonito ejemplo para nuestros alumnos.
Basta ya. El sistema educativo al completo, privado, concertado y público, desde el interino más reciente hasta el catedrático de instituto más rancio, y a su lado la sociedad al completo, claman de forma cada vez más sonora por un verdadero Pacto de Estado por la Educación, que deje a un lado definitivamente las miserables diferencias partidistas y doten a un servicio público tan esencial como la educación de la estabilidad, seguridad jurídica y recursos necesarios para hacer progresar a este país de una vez por todas.
Dicho esto, qué valoración podemos hacer de una Ley que nace con la amenaza de muerte planteada por la oposición casi en pleno. Qué lastimita de Ley... Así y todo, en un verdadero ejercicio de buena fe, voy a intentar ir explicándome y explicar a quien quiera leerlo, las novedades, aportaciones y permanencias que se han producido con la reciente entrada en vigor de la Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, para la mejora de la calidad educativa, alias LOMCE. Y voy a intentar hacerlo con cierto espíritu positivo. Porque desde el aula se ve la educación de forma ligeramente diferente a como se ve desde el escaño, me temo. Ellos podrán rebuznar todo lo que quieran, montar todos los numeritos que se les ocurran (cierta vergüenza ajena con la foto de la oposición con su famoso pacto de derogación o con las numerosas perlas que el ínclito Ministro Wert nos ha dejado a lo largo de todos estos meses...), pero el profe que entra cada mañana a las 8 en su clase con una sonrisa en el rostro, está muy por encima de esta lamentable clase política que nos ha tocado en suerte. Y mi sueño educativo para mis alumnos, no hay Ley que me lo quite. Así que intentaré aprovechar las oportunidades que la LOMCE me da para cumplir mi sueño educativo, y con las dificultades que me ponga en el camino, haré lo que llevo haciendo en mis 15 años de docencia, bordearlas, incluirlas en el currículum, tirar para adelante y seguir soñando.
Con este espíritu, voy a comentar en esta entrada el primer apartado del Preámbulo, que dice cosas preciosas. Dejaré para otras entradas el resto de la Ley, donde dice lo contrario. El primer párrafo del Preámbulo no hay quien pueda estar en contra. Dice literalmente: "El alumnado es el centro y la razón de ser de la educación. El aprendizaje en la escuela debe ir dirigido a formar personas autónomas, críticas, con pensamiento propio. Todos los alumnos y alumnas tienen un sueño, todas las personas jóvenes tienen talento. Nuestras personas y sus talentos son lo más valioso que tenemos como país".
El alumnado es el centro y la razón de ser de la educación. No sus familias, ni los profesores, ni los Centros, públicos o concertados, ni las Administraciones Educativas, ni los partidos políticos, ni los ministros de educación ni los gobiernos. El alumnado. Hasta aqui, bien. Y un alumnado que logremos convertir en personas autónomas, críticas, con pensamiento propio. Maravilloso. Y que puedan cumplir su sueño, desarrollar su talento y convertirse en la mejor versión de sí mismo que puedan. Este primer párrafo es una preciosidad.
El desarrollo del talento de las personas está muy presente en este apartado. Un poco más adelante se dice que todos los estudiantes poseen talento, pero la naturaleza de este talento difiere entre ellos, en consonancia con los avances que la psicopedagogía va experimentando. Me resuena aquí el eco de las Inteligencias Múltiples de Gardner, o el desarrollo de las Competencias Básicas, ya introducidas con la LOE en nuestro sistema educativo. Por ello, se nos dice que la lógica de esta reforma se basa en la evolución hacia un sistema capaz de encauzar a los estudiantes hacia las trayectorias más adecuadas a sus capacidades, de forma que puedan hacer realidad sus aspiraciones y se conviertan en rutas que faciliten la empleabilidad (ah, esta palabrita y todo lo que conlleva, y que tan rápido aparece en la Ley, con lo bien que iba el preámbulo).
Inmediatamente después de la atractiva declaración de que "detrás de los talentos de las personas están los valores que los vertebran, las actitudes que los impulsan, las competencias que los materializan y los conocimientos que los construyen", aparece un párrafo con un tono radicalmente distinto. En él, se habla ya directamente del bienestar de un país, de la capacidad de competir con éxito, de acceder a puestos de trabajo de alta cualificación. Como si el sueño del que se hablaba al principio fuera este...
Y termina este apartado indicando que "en la esfera individual, la educación supone facilitar el desarrollo personal y la integración social" y que "solo un sistema educativo de calidad, inclusivo, integrador y exigente, garantiza la igualdad de oportunidades y hace efectiva la posibilidad de que cada alumno o alumna desarrolle el máximo de sus potencialidades".
En definitiva, un primer apartado con muy buenas intenciones y otras intenciones algo más oscuras, pero que en general puede compartirse en su casi totalidad. Poco a poco iremos viendo en cuáles de estas intenciones pone el acento la Ley y a cuáles dedica sus mayores esfuerzos.